jueves, 15 de julio de 2021

El tiempo...

Vivía en un cuarto de esos restos de casonas antiguas, aquellas que continúan luchando aún para tratar mantenerse en pie, como las que existen en cualquier parte del mundo, esas construcciones de adobe que se van cayendo de a poco, esas que una estera, maderas viejas, chapa de aluminio, cubren parte de una pared caída, una puerta que se apoyaba en el piso para no caerse y que tenía como seguro un trozo de alambre o un tramo de cuerda, frente a ella como un pequeño patio de piso de tierra, más allá un pasadizo con otros cuartos hechos con los mismos materiales, lógicamente con su techo de barro y esteras, habitado por otros vecinos, cuyas carencias en parte eran de similares características de nuestro personaje.

A determinada hora sacaba al patio cuatro ladrillos, unas leñas resecas que recogía por donde caminara, una  olla de aluminio completamente negra por el humo, super maltratada, sin asas, colocaba restos de unos periódicos viejos, encendía el fuego, sentaba la olla sobre la cocina rustica, le agregaba agua, luego se marchaba para ver que  podía preparar a su retorno con los manjares que conseguiría, mientras el liquido elemento tomaba punto para empezar su clásica danza de las burbujas y recibir al momento exacto los productos para el menú correspondiente.  

En un principio era un escandalo para los vecinos del callejón, porque dependiendo del viento y de la calidad del material utilizado  para la combustión, pues no solo era la nube negra sino los desagradables olores que también propagaba, se peleó con todos, porque era bochinchero y a punta de labio, porque también era labión, superaba los conflictos, así pues poco a poco la gente se fue acostumbrando a ver arder la cocina pública y más bien paso a ser un espectáculo, todos pendientes para observar que preparaba este chef de imaginación de última generación, muchos expectantes para ver detalles desde sus inicios y entorno a ello empezar a hacer comentarios, chismes y bromas, de lo mucho, poco o nada que podía colmar el recipiente y también el hambre de nuestro personaje, un tipo alto, robusto y bonachón.  

Se dirigía a una paradita(mercadillo) muy cerca de allí y pedía que le regalaran los vegetales a punto de vencerse o algo maltratados, le bastaba sacar la parte mala, igual iba por la zona de los pollos, pescados, donde de vez en cuando algo conseguía, como menudencias que la gente no llevaba, etc con el muy  poco dinero que tenía compraba mínima cantidad de fideos, arroz o algún condimento para sazonar el potaje, como era el comentario general sabía rebuscarse el pan bendito o el alimento para el sustento en su día a día, desde luego de las burlas, los comentarios negativos y las bromas pasaba, el no se molestaba, no le pedía nada al vecindario, menos a los criticones, muchas veces algunos le regalaban algo que les sobrara o se ganaba unas monedas haciendo determinados mandados.

Bueno hasta aquí todo parece ubicarse normalmente en algún lugar de nuestro querido, maltratado y empobrecido planeta, pero el detalle estaba en como debía movilizarse para retornar con sus productos y coincidir exactamente para llegar y que el agua no se evaporara en un hervidero inútil, el grupo de los graciosos incluso pasaban cerca para ver en que estado se encontraba el liquido elemento, la broma era verlo fallar para hacer una sarta de comentarios para que el grupo se riera a lo largo de todo día y se multiplicaran al resto de interesados de las noticias del barrio, incluso algunos calculaban con el reloj en la mano, si llegaba puntualmente o no, se secara la olla o si se quemara lo que había dejado en proceso de preparación.

En cierta oportunidad se acercó a los jovenes más serios del grupo y les  dijo, yo se quienes son los que están esperando que falle para burlarse de mi persona, pero lo que no saben es que todo lo tengo fríamente calculado, todo está en la mente, yo no uso reloj, calculo mis pasos, la velocidad con que me movilizo, las distancias que tengo que recorrer, los minutos de hervido y de cocción, cuanto tarda la leña en consumirse de acuerdo a su material y tamaño para no gastar fuego en vano, ya tengo mis años, se que mi condición para muchos no es digna de admiración, pero aún así quiero darles una lección a todos esos jovenes, deseo que cada uno entienda la importancia del tiempo, que sus acciones por más simples que sean necesitan de el y deben sacarle el máximo provecho, no derrocharlo inútilmente en acciones que no les brinden ningún beneficio o peor aún que después tengan que lamentarse.    


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